El profesor de economía Jean Claude Rodríguez-Ferreira viajó a Venezuela en el año 2000 y conoció un modelo de finanzas comunitario que le impactó. Transcurrieron cuatro años, y decidió que podía aplicarlo a los sectores excluidos en la economía española. Y así fue.
Lo que en Venezuela se trata del conocido “Susu”, en España se conoce como las Comunidades Autofinanciadas (CAF). La idea es sencilla, pero revolucionaria: un pequeño grupo de personas se reúne periódicamente, pone una pequeña cantidad de dinero al mes y usa ese “bote” para dar pequeños créditos a los miembros de ese mismo grupo, cuando lo necesiten. Los intereses se reparten entre todos.
En la actualidad, hay unos 6 millones de personas en 50 países con este modelo de financiación. Rodríguez-Ferrera cree que es el momento de “mandar las injusticias sociales como la pobreza y el analfabetismo al museo”.
¿Cómo funciona?
Las comunidades autofinanciadas (CAF) en España son grupos formados por entre 10 y 30 personas de escasos recursos económicos que se prestan dinero entre ellas para afrontar cualquier contratiempo. A cada miembro del grupo se le exige tener unos ingresos mínimos y aportar una cuota inicial de 20 a 150 euros, según las posibilidades de cada uno. Esta cantidad da derecho a recibir un préstamo hasta cuatro veces superior a la cantidad aportada y se puede recuperar si en algún momento se abandona la comunidad.
El crédito máximo que se puede conceder nunca podrá ser superior a cuatro veces el capital que se aporta al mes. Por ejemplo, si el socio aporta 50 euros, no podrá recibir un préstamo mayor de 200 euros.
El tiempo máximo de devolución del dinero prestado se sitúa entre los cuatro y los seis meses, y el tipo de interés que se paga suele ser fijado entre el 1% y el 2% mensual.
Rodríguez advierte que el objetivo de este tipo economía solidaria no es lucrarse, sino tejer redes de apoyo financiero, basado en la confianza. Al término de cada año, el dinero obtenido por los intereses dentro de la CAF se reparte de forma proporcional entre los socios, según las aportaciones de cada uno de ellos. “Es decir, realmente no estás pagando intereses porque al final el dinero se te acaba devolviendo”.
Rodríguez-Ferrera añade que en total, la Asociación CAF ha facilitado la creación de 22 grupos en Barcelona y otros dos en Madrid. “Nuestra tarea es prestar apoyo para la formación del grupo, introducimos conocimiento de contabilidad básica, colaboramos en la elaboración del reglamento y acompañamos en el proceso de gestión. Pero son los miembros de cada grupo quienes realmente lo llevan adelante”.
¿Quiénes lo conforman?
Los grupos están formados, en un 80%, por personas inmigrantes, de escasos recursos o con necesidades. Gracias a estos fondos, evitan el papeleo tradicional de las entidades bancarias y reciben el dinero al momento. Si la comunidad lo aprueba, el préstamo se concede el mismo día que se solicita. Cada miembro cuenta con una red mínima de personas a su alrededor que confían en él.
Sin embargo, esta época de severa crisis económica está acercando a algunos españoles a las comunidades autofinanciadas venciendo "la inercia social que hace confiar en los bancos, unas entidades sobre las que no tienes control", apuntó el presidente de la Asociación.
Más ahorro
Rodríguez argumenta que las CAF motivaban el ahorro porque la cantidad de crédito al que se tiene acceso es proporcional a la cantidad depositada, y los intereses se reparten también de acuerdo a lo aportado.
"El crédito no saca de la pobreza, pero sí el ahorro", además destacó que este sistema evita el sobreendeudamiento, "puesto que, si no tienes capacidad de ahorrar, no puedes pedir".
Crear redes sociales
Las CAF no sólo permiten a sus socios acceder a pequeños préstamos y ahorrar dinero. Al margen de las ventajas financieras, estas comunidades son un interesante instrumento para promocionar la participación, la solidaridad y el apoyo mutuo entre los miembros.
En las CAF todos los integrantes de los grupos se conocen previamente. Suelen ser amigos, parientes o miembros de otras asociaciones. El establecimiento de este tipo de lazos permite generar redes de apoyo que resultan de gran ayuda para quienes pierden su empleo o tienen pocos recursos, alejando así los riesgos de caer en una situación de exclusión social.
“Las CAF también estimulan el crecimiento personal de sus socios, ya que dentro de cada grupo se establecen una serie de cargos de gestión rotativos que suponen un entrenamiento en habilidades financieras y sociales para estas personas, beneficiando al mismo tiempo a todo el colectivo”, concluye Rodríguez.