El Mundo global se ha hecho "desde afuera y desde arriba" para América Latina, pero en los últimos años desde las mayorías han emergido el Desarrollo “desde abajo y desde adentro” y la Democracia “participativa”, mientras que la Deuda externa sigue bloqueando el desarrollo y golpeando a las mayorías pobres, campesinas e informales.
El Mundo moderno se hizo “desde arriba”, en cuanto a la concentración de los conocimientos, la tecnología y los medios, los intereses del dinero y del poder, tanto exterior como del establecido al interior de los países de América Latina, y “desde afuera” de los países, de sus potencialidades y sus culturas porque no formaron parte del sistema central del capitalismo, o por ser marginales o excolonias. Este modelo de la modernidad ha beneficiado al treinta por ciento de la población mundial, mientras que el otro setenta por ciento, las mayorías, están en la informalidad y la pobreza.
En esta era global, en la que la globalidad ha superado a la modernidad, ante la realidad y los contundentes hechos, y desde el compromiso y la experiencia vengo haciendo propuestas “desde abajo y desde adentro” para que las personas que integran las mayorías tengan la capacidad de cambiar sus circunstancias, el poder de dirigir sus destinos y los conocimientos para diseñar sus vidas.
Se propone que desde abajo las mayorías tengan acceso a los conocimientos, técnicas y medios para hacer el desarrollo y, desde adentro de los países, desde sus iniciativas y culturas puedan conseguir su propio desarrollo humano y sostenible. En este artículo se presentan propuestas desde abajo y desde adentro porque así los aprendí de las mayorías en su lucha cotidiana contra la pobreza y porque comprobé su extraordinaria fuerza vital para crearse sus propios autoempleos. Porque el carácter “emprendedor” es capaz de cambiar las circunstancias de pobreza, crear riqueza y comenzar la historia del desarrollo, porque se puede confiar en el modelo empresarial de la “microempresa” y porque el “microcrédito” desde lo financiero y lo solidario impulsan el desarrollo.
Con la participación y la inclusión ha surgido una nueva gobernanza desde abajo y desde adentro que profundiza la democracia. Esta nueva manera de hacer política, basada en la construcción de consensos, en la participación y haciendo del gobierno un proceso continuo sustentado en el diálogo, las propuestas y la ejecución de políticas públicas, nos encamina de forma práctica hacia la democracia participativa como complemento a la democracia representativa.
La era de la globalidad, nacida a consecuencia de tres grandes revoluciones: la revolución cultural, la revolución tecnológica-informacional y la revolución del conocimiento científico, hay que diferenciarla de la llamada globalización, más en concreto, de la globalización económica impulsada por el capitalismo financiero, ya que ésta, en su cara negativa, es hoy un concepto ideológico cuya utilización está sirviendo para la desigualdad, la pobreza y la exclusión de las mayorías, porque se ha venido expresando como una versión dogmática e inevitable del futuro que disocia la libertad individual del progreso social, dejando el campo libre a las fuerzas dominantes del poder, del dinero y del mercado.
La era de la globalidad ha nacido como superación de la modernidad y ha venido con la relatividad de la ciencia, la razón y el progreso, ya que la ciencia no nos provee de verdades absolutas, la razón había sucumbido en Auschwitz y la noción de permanente progreso terminó en Chernobil. La globalidad, como una nueva o segunda modernidad, ha llegado con el reconocimiento de los límites del progreso material, los fracasos del capitalismo de mercado y del socialismo de estado y el agotamiento de la ideología del estado-nación.
Nuevamente en la historia de la evolución de la especie humana, las ciencias y las técnicas nos están aportando nuevos conocimientos, tecnologías e innovaciones que están modificando la conciencia humana, la cultura, la percepción del espacio y del tiempo, la percepción mental de las cosas y están influyendo en el cambio de paradigmas culturales, las ideas compartidas, códigos de conducta y vínculos de confianza.
Las revoluciones cultural, científica y tecnológica están propiciando una nueva manera de hacer “política desde abajo y desde adentro” caracterizada por el gobierno sin centro, de gobernanza en red y con instituciones, la inclusión de todos los interesados y la participación de todos los actores en un proceso continuo de deliberación, negociación y compromiso, donde las redes se convierten en el mejor mecanismo de interacción continua. Es otra manera de hacer política, con el convencimiento de que las mejores decisiones son las que se toman democráticamente con la participación de todas las partes.
Desde la informalidad, las mayorías en sus procesos desde abajo y desde adentro han comenzado a participar en los asuntos colectivos, en los asuntos públicos, como expresión de haber conquistado la libertad de abandono en que las dejaron sus antiguos dominantes, como expresión de solidaridad, de responsabilidad y de respeto a lo individual y a lo público. La democracia participativa la forma política por la cual las mayorías han comenzado a autogobernarse, a participar en los asuntos de todos, en lo común, a sentir el poder cercano y comenzar a ser poder. Aunque sean pequeños los recursos económicos y técnicos disponibles están asumiendo la libertad, la libertad de elección y de expresión, y la igualdad, la igualdad de acceso y de oportunidades, y por consiguiente, con la participación las mayorías han comenzado a ser demócratas.
La democracia participativa en América está significando el complemento a la democracia representativa como método de conseguir la Democracia, por se el mejor medio de lucha contra la corrupción y de alcanzar la satisfacción humana de autogobernarse. Lo participativo surgido de lo informal se complemente con lo formal asociado a lo representativo, por lo que también, es la expresión política del encuentro ciudadano entre lo formal y lo informal. En el ejercicio de la democracia participativa acontecen las vivencias informales de las mayorías en sus procesos de ser ciudadanos de pleno derecho, que se entrelazan con l formal de la democracia representativa. Ni más ni menos, las mayorías y sus dirigentes están dando una lección de democracia, demostrando que por muchos poderes fácticos o visibles, actuales o futuros que puedan condicionar la democracia, se demuestra una vez más que en democracia “el poder reside en el pueblo”, que se manifiesta con la participación, además de elecciones libres, y su ejercicio facilita la convivencia pacífica.
Los ejemplos de democracia participativa en América Latina demuestran, una vez más, que la libertad y la democracia no dependen de la riqueza. Es falsa la afirmación extendida por los autoritarios de que la democracia se consigue a un determinado nivel de renta, de que otorgarán la libertad de elegir a sus gobernantes cuando los pueblos tengan la mayoría de edad económica, es una afirmación peyorativa que se ufanan en proclamar los que no creen en los ciudadanos. También es falsa la afirmación de los economicistas de que primero son las políticas económicas y luego las políticas sociales. Con esas afirmaciones se olvidan o nos quieren confundir, porque el desarrollo es a la vez económico y social.
El desarrollo se consigue con la educación, el capital y la tecnología, que tiene como indicador objetivo el aumento de la productividad, siendo esta variable esencialmente endógena, o sea, que la tiene que conseguir los habitantes de un país desde adentro. La productividad se aumenta con más capital humano: más conocimiento y más educación, con más capital tecnológico y con mayores inversiones en capital físico y territorial con infraestructuras físicas y telemáticas. Es más, en la Europa de los ciudadanos y de los estados que estamos viviendo lo hemos demostrado durante los últimos cincuenta años, y más en el caso de España, que en los treinta años de democracia, es un ejemplo de cómo se consigue más fácilmente el desarrollo en un sistema político de democracia y libertades. La democracia es libertad e igualdad en sociedades que construyen los propios ciudadanos, donde la participación y la inclusión está aportando una nueva gobernanza desde abajo y desde adentro, en la que el poder está más próximo al ciudadano, en la que los códigos de conducta, culturas y símbolos generan normas de convivencia y en la que se pueden dirimir las diferencias de forma pacífica.
La explosión demográfica, la concentración de las inversiones públicas y privadas, el modelo de desarrollo dependiente y desde afuera acontecidos desde los años 1950 y la intensificación de la globalización durante los últimos 20 años han provocado un crecimiento descomunal de las grandes ciudades, las migraciones campo-ciudad al interior de los países y las migraciones de personas con no-futuro desde América latina al Norte desarrollados. La realidad es dramática, por la tremenda desigualdad entre la población y entre los territorios, y porque las mayorías de América Latina viven en la informalidad, la pobreza y la exclusión. Las economías latinoamericanas han crecido a una tasa similar al crecimiento vegetativo de la población y del orden de la mitad del crecimiento de la población urbana.
El extraordinario aumento de la población se hizo dramático porque las economías no han sido capaces de absorver la demanda de empleos, ni de producir alimentos, bienes, infraestructuras o servicios, ni siquiera en los niveles de subsistencia, y por eso surgieron las mayorías pobres e informales. A todo esto, hay que sumarle que el globalismo desde afuera intensificó la formación de mayorías con no-futuro, porque no fueron necesarias para el mercado global, y las convirtió en las perdedoras de la globalización.
En el conjunto de América Latina se puede constatar que en los mismos territorios funcionan las economías formales e informales, que la economía formal, integrada por el estado y los sectores modernos privados, se relaciona con el exterior, da trabajo aproximadamente al treinta por ciento de los trabajadores, compite inevitablemente en la economía global y utiliza más del ochenta por ciento del capital invertido en empleos: mientras que en la economía informal y campesina trabajan el setenta por ciento y utilizan tan solo el 20 por ciento del capital. Estas tremendas diferencias, que son la expresión de viejo modelo de desarrollo desde afuera, agudizan las ineficiencias de las economías, perpetúan la pobreza e intensifican la desigualdad entre las personas.
También comprobamos cada día, que el gran potencial de campesinos e informales resulta ineficaz, ya que no tienen los conocimientos adecuados ni el capital necesario, no emplean las técnicas adecuadas ni la información, consiguen poca productividad y sigue siendo muy difícil su acceso a los mercados de crédito y de bienes, dedicándose más a las actividades comerciales informales que a la producción. Contrasta la dura tarea laboral diaria de campesinos e informales que poniendo muchas horas de trabajo producen poca riqueza, porque utilizan pocos conocimientos, capital y técnica. Por tanto, las propuestas alternativas a estas realidades deben basarse en apoyar el carácter emprendedor de las personas que trabajan en las economías informales y campesinas.
Concebí los “centros direccionales” para poner a disposición de las mayorías los conocimientos y los medios para que consigan su propio desarrollo desde abajo y desde adentro, como procesos sociales, económicos, culturales, informacionales y territoriales que facilitan a las personas su propia liberación, les proporcionan los bienes suficientes para cubrir sus necesidades básicas, con calidad de vida para ellos y sus descendientes en armonía con la naturaleza. Se tienen que crear millones de empleos cuya productividad requiere de inversiones humanas e inversiones de capital, no menores a los 3.200 euros, que aseguren salir de la subsistencia y comenzar el desarrollo humano y sostenible.
Los Centros Direccionales tienen como primer objetivo la igualdad de acceso a la educación (formación profesional y empresarial), al capital (microcréditos), a la tecnología, a la información, administración (contable, legal, fiscal, registros), a los servicios sociales y acceso a los mercados. Desde abajo y desde adentro los Centros Direccionales actúan como escuelas para el desarrollo y como semilleros de actividades emprendedoras, su funcionamiento con productividad y solidaridad, facilita la creación de riqueza y su justa distribución. Son lugares de innovación e ingenio, donde surgen los verdaderos agentes de cambio social y económico para la transformación de las sociedades.
“España se implicará activamente en operaciones de canje de deuda por iniciativas de desarrollo social” fue el compromiso de José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno de España, en la Cumbre contra el Hambre y la Pobreza, el 20 de septiembre de 2004 en Naciones Unidas. Iniciativa que se ha visto respaldada por muchos países deudores que han firmado con España programas de canje de deuda por desarrollo, comenzando por la ecuación. Hasta finales de 2006, la iniciativa española de alcance global deuda por desarrollo ha comprometido fondos en programas de conversión o canje de deuda por valor de 500 millones de euros, de los cuales son unos 300 millones de euros para América Latina y 200 millones para el África Subsahariana, y están en curso las negociaciones con varios países.
En los Objetivos de Desarrollo del Milenio para el año 2015 de Naciones Unidas, dentro del Objetivo 8: “Fomentar una asociación para el desarrollo”, establece la meta 15 de “encarar de manera general los problemas de la deuda externa de los países en desarrollo con medidas nacionales e internacionales a fin de hacer la deuda sostenible a largo plazo”. En este sentido, en la Fundación Iberoamericana para el Desarrollo –FIDE nos sentimos con el deber cumplido por haber impulsado la iniciativa política, financiera e institucional deuda por desarrollo y la constitución de los fondos de cooperación y de los seminarios de sensibilización que realizamos con la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional), hoy que en España se convirtió en asunto de estado, con la promulgación de la Ley reguladora de la gestión de deuda externa por las Cortes españolas.
La deuda externa está bloqueando el desarrollo de los países pobres, empobrecidos y de muchos que están en desarrollo, con el canje o conversión de deuda por desarrollo el país deudor se beneficia al cancelar deuda externa cuando se invierte en su propio desarrollo, pudiendo cancelar deudas sociales, económicas, cívicas o ecológicas que mantienen con sus pueblos.
Inversiones, crédito y comercio favorecen el desarrollo de los países, cuando están sobreendeudados, la conversión de deuda por desarrollo favorece la liberación de recursos que el país deudor puede canalizar a proyectos de desarrollo, es decir, el servicio o pago de deuda revierte en la financiación de proyectos para la erradicación de la pobreza y el desarrollo humano y sostenible.
Para realizar el canje de deuda por desarrollo es necesaria la creación de Fondos de Cooperación para la financiación a largo plazo del desarrollo: ecuación, salud, microcréditos, tecnología, empleo e infraestructuras para agua, energía, transportes y comunicaciones. Con esta metodología, los países deudores, sus estados y sociedades civiles con sus ONG, tienen especial protagonismo en el diseño y la ejecución de proyectos que solucionan sus problemas comenzando por la erradicación de la pobreza, apoyando el carácter emprendedor y fomentando el inicio del desarrollo desde abajo y desde adentro que toma la opción de las mayorías.
La constitución de los Fondos de Cooperación Bilateral se deben hacer mediante convenios entre estados que significan pactos entre el Estado acreedor y el Estado deudor, y su extensión a las Sociedades Civiles y la participación de las ONG de ambos países. Los Fondos de Cooperación Bilateral aportan dinero de forma continua y a largo plazo, favorecen la participación y la transparencia, y facilitan la financiación de los planes-país, estrategias de desarrollo y líneas de actuación prioritarias decididas por los países deudores y receptores de la cooperación al desarrollo.
La iniciativa de alcance global Deuda por Desarrollo y los Fondos de Cooperación son el nuevo rostro de la Solidaridad; a través de la financiación y ayuda institucional que aportan permiten abrir nuevas vías de cooperación al desarrollo, con garantía financiera y financiación a largo plazo para la oferta de Bienes Públicas Globales y la extensión de los derechos de ciudadanía para todas las personas, vivan donde vivan, que fortalecen la Democracia y el Desarrollo.
La mayor parte de la deuda externa de América Latina se contrató por gobiernos autoritarios o por dirigentes económicos prepotentes cuya pertenencia ideológica se inscribe en los modelos políticos y económicos desde arriba y desde afuera. Políticos y financieros latinoamericanos, que no tuvieron en cuenta los intereses de los ciudadanos, han hecho que los niños al nacer sean deudores, nacen con la deuda sobre sus espaldas. Mientras que sus Estados arbitran impuestos, sobre todo al consumo, para disponer de dinero con el que pagar los intereses y amortizaciones. Por culpa de la deuda externa los Estados de la mayor parte de los países de América Latina han contraído una tremenda deuda social con sus pueblos.
La deuda no se amortiza sino que se refinancia continuamente, de la que solo se pueden pagar los intereses, haciéndose cada vez más abultada e impagable. Por culpa de la deuda externa las finanzas se han convertido en un instrumento para la dominación y la desigualdad. Muchos países tienen que destinar el treinta por ciento de sus presupuestos públicos anuales para pagar el servicio de su deuda externa. Se han convertido en exportadores netos de capital y no disponen del dinero necesario para invertir en su propio desarrollo, por lo que la deuda está bloqueando el desarrollo.
Resolver favorablemente el terrible problema político, económico y social de la deuda externa de los países de América Latina es apoyar a la democracia, para que desde abajo y desde adentro puedan promover su propio desarrollo.
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