FIDE acudió el pasado martes al diálogo con el escritor e historiador uruguayo Eduardo Galeano, organizado con motivo de las jornadas de la semana de la cooperación. El encuentro tuvo lugar en el salón de actos de la sede central de la AECID ante un público que abarrotó la sala y se mostró entregado ante las sencillas pero certeras reflexiones sobre “los pecados capitales del mundo al revés”.
Aunque la semana de la cooperación no finaliza hasta mañana sábado, se podría decir que el plato más apetecible del menú era la cita del martes con Eduardo Galeano en la sede de la AECID. Así lo confirmaban los varios centenares de seguidores e interesados que se agolparon a las puertas del edificio y que no pudieron ser digeridas por una organización, bien poco previsora, bien poco eficiente. El “live streaming” programado para retransmitir el acto terminó siendo más bien una broma pesada para aquellos que al no poder entrar en la sala oficial fueron conducidos a otra, dentro de la sede, donde se suponía podrían seguir el evento por pantalla grande y a tiempo real. Al final, problemas "técnicos" con la conexión dejaron a la audiencia con las ganas y un considerable cabreo.
Para quienes sí pudieron presenciar el encuentro, no fue una sorpresa que, ante una sala a rebosar y tras un breve saludo, Galeano comenzara su recital esgrimiendo unas pocas afirmaciones absurdas pero llenas de sentido, acompañadas de anécdotas y cuentos edulcorantes de la realidad misma que las sustenta.
Si bien se trataba de hablar del mundo, de la crisis y post-crisis global, del enfoque de los Medios, etc…, Galeano optó por saltarse las formalidades y poner el globo del revés, para que aquellos que están acostumbrados a mirar el mundo desde arriba y desde afuera, pudieran captar la mirada de quienes lo viven desde abajo y desde adentro. Con un tono pausado y casi con desgana comenzó a desentramar, uno a uno, los pecados capitales que ostenta la humanidad y que con demasiada frecuencia tienen por sujeto a unos y por objeto a otros, a muchos otros. Comenzó por los más obvios y a su vez más graves, más capitales: El mundo es racista. La sociedad y quienes lideran su progreso, sigue presumiendo de comportamientos discriminatorios, incluso a niveles internacionales y de la mano de quienes dicen representarnos a todos. “El mundo, esgrime Galeano, es racista, tanto en vida como en la muerte”.
Tras el racismo, desfilaron por el atril de Galeano otros muchos pecados capitales, de igual envergadura y calado. El machismo, el desafecto por la diversidad, el desprecio al trabajo... Cada uno de ellos aderezado con pequeños relatos y experiencias cotidianas de quienes sienten o han sentido en sus carnes la hoja afilada de la discriminación. Algunas de estas realidades son viejas conocidas, como la sombra de persecución que acecha al pueblo gitano. Es a través de las certeras palabras de Galeano que cobran aires renovados de indignación. Un ejemplo de cómo gritarle al mundo sus injusticias sin alzar la voz.
El monólogo se animaba y la comunión con el público resultaba casi perfecta cuando el narrador rescató a los nadies de su “libro de los abrazos” y trayéndolos al frente para demostrarnos que el mundo, en otro de sus vicios irremediables, fabrica hambre y tiende a olvidar siempre a los mismos. Como a Maximiliana, que postrada en una cama de hospital buscaba en cualquier pretexto el contacto de una mano amiga. Porque no sólo hay hambre de pan, nos recuerda Galeano, el mundo también fabrica hambre de abrazos.
La tarde llegaba a su punto fuerte y Galeano, visiblemente cómodo y relajado por la complicidad con elpúblico, que disfrutaba de su recital, se puso serio para enunciarnos a todos que el mundo miente. Y la cara de esa mentira, tan cruel y pavorosa son los grandes Medios de Comunicación. El asunto es trascendental y requiere lucidez. El escritor no defrauda y plantea una cuestión que suspendida en el aire hace reflexionar a los presentes: de todo lo que los Medios de Comunicación informan, ¿qué es lo que conseguimos recordar realmente? El mismo se responde desempolvando aquellas polémicas que cuán trascendentales fueron para los Medios de “intoxicación” en su día y que ahora se antojan insustanciales: El caso Lewinsky, las armas de destrucción masiva iraquíes, la energía nuclear en Irán, etc… No obstante, la amnesia mediática ha hecho su efecto a la hora de evitar que recordemos cuantos miles de víctimas fueron necesarias para demostrar la vergonzosa verdad sobre la guerra con Irak o para que olvidemos la realidad sobre quién ha hecho uso hasta ahora de las armas nucleares para matar a una población entera, como ocurrió en el pasado con Hiroshima o Nagasaki.
Los Medios pues, tienden a la mentira y son productores de inexplicables. Como por ejemplo el hecho fragrante que lleva a plantearse porque algunos muros, que dividen y discriminan fueron construidos en la vergüenza y destruidos en la libertad, como el de Berlín, y otros se levantaron y continúan levantándose en el más absoluto silencio mediático. Claro, es que como expresí Galeano. "hay muros…y muros". La reflexión mereció del aplauso unánime de los asistentes.
Sin más mentiras, pero con mucho miedo, Galeano fue poniendo fin a su diálogo con el mundo. Su relato El miedo global, recitado con la seguridad del que sabe que aquel traje le viste perfecto a la verdad, es una síntesis fiel de la transcendencia que ese sentimiento tiene en nuestras vidas y del que no se libran tampoco ni los Miedos de comunicación ni los gobernantes, ni quienes os gobiernan.
En los salones de un aeropuerto imaginario, frente a una máquina surealista que escanea las almohadas de los viajeros en busca de pensamientos peligrosos, termina Galeano su monólogo sobre el miedo, y con él concluye su reflexión del mundo y sus pecados capitales.
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