Hace varios años ya que la Fundación se instaló en Bolivia con el firme compromiso de apoyar a las comunidades locales en su camino por ser los protagonistas de su propio desarrollo. A día de hoy ese compromiso sigue vigente y se manifiesta en la ilusión que técnicos como Amaia nos transmiten a través de su trabajo.
Amaia viene a España de visita rápida. Apenas aterriza en Madrid y ya la tenemos en la sede contándonos sus experiencias como cooperante en Suramérica, concretamente en Bolivia. Son muchas cosas que hacer y poco tiempo. En breve regresará al país andino para continuar con su trabajo en el proyecto sobre legalización de propiedades, desde el cual se pretende ayudar a 1.500 familias agricultoras a oficializar la titularidad de sus tierras frente al Gobierno. De su labor y las experiencias en torno a este proyecto nace la entrevista...
P- En empecemos por el principio, ¿Cuánto tiempo llevas en Bolivia como cooperante?
R -Exactamente un año hace desde que llegué al departamento de Cochabamba. Trabajo con comunidades indígenas allí.
P - ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención del país en todo este tiempo?
R - El primer año es el del impacto, llegas tienes que aterrizar y comenzar de cero. Quizás lo que más me ha impresionado son las comunidades indígenas, la organización social que tienen, como se crean sus propios canales de comunicación y toma de decisiones. Y en general Bolivia como país, su diversidad.
P - De Bolivia sabemos un poquito, pero podrías describirnos un poco cómo es el lugar en el que vives, Cochabamba.
R - Es el departamento del contraste. Es decir, es la ciudad con mejor índice de desarrollo humano de todo el país pero a su vez donde viven las comunidades más pobres, que son donde nosotros trabajamos. La capital tiene el aspecto y el nivel de servicios básicos similares a los de cualquier ciudad española. Los contrastes son principalmente entre la población indígena y la población no indígena, entre el indígena y el citadino.
P - Actualmente trabajas en un proyecto de fortalecimiento de derechos civiles, donde además de tocar el tema de la equidad de género de forma trasversal, lucháis por conseguir que les sean reconocidas legalmente las tierras a sus dueños indígenas, que por su situación de aislamiento no poseen de certificado alguno. ¿Qué puede significar para esas personas conseguir el título de propiedad de sus tierras?
R - Lo primero significa dignidad. Por fin se sienten partícipes del Estado. Éste, en realidad, les está dando simplemente lo que siempre han tenido pero siempre han tenido miedo a perder. Al tener un papel que justifique que esa tierra es suya en propiedad les da dignidad, les da seguridad jurídica. Además de forma paralela va el tema de la documentación. Si quieres tener un título de propiedad tienes que tener un carnet de identidad, o un certificado de matrimonio, etc… Pertenecer al sistema a ellos les da derechos, sobre su tierra y sobre su dignidad. Sienten que el Estado ya está pensando en ellos y que va a mejorar su situación, que las cosas cambian y ellos ya pueden contribuir.
P - ¿Quiénes son los beneficiarios de este proyecto?, ¿a quién se dirige?
R - Población indígena, quechua-parlante, que vive en altura y que están muy poco insertados en la sociedad boliviana actual. Hasta hace 15 o 20 años habían vivido muy aislados.
P - ¿A cuánta gente se pretende llegar con este proyecto?
R - Serán unas 1.500 familias indígenas quechuas y hay una media de 6 miembros por familia, por lo que un total de 9.000 personas.
P -¿Puedes decirnos en qué fase del proyecto estáis ahora trabajando?
R - Estamos en plena fase de ejecución. Se están midiendo los terrenos y las parcelas y buscando pruebas que demuestren que esa tierra es de las personas que la están solicitando. Pruebas de antiguas propiedades, testamentos, defunciones, etc… y cuando no hay pues hay que buscarlas en testimonios de dirigentes que declaran la propiedad de la tierra. También hay que comprobar que la tierra se está trabajando. Es lo que llamamos la fase de pre-campo y en general se trata de ver cómo está todo, cada expediente de cada tierra, para facilitar toda la documentación necesaria y entregarla al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA).
Después empieza la fase de campo. Miembros de esta institución van al campo y hacen sus mediciones de las tierras y comprueban que la documentación entregada concuerda. Después viene la fase de post-campo, que es en la que se entregan los títulos. Estos se entregan a nombre de quien ellos soliciten, si es matrimonio, a nombre de los dos, o a nombre de una mujer viuda o a nombre de los herederos...
P - ¿Cuáles han sido los grandes escollos que habéis tenido que superar hasta la fecha?
R - Tuvimos un reto importante, una cuestión institucional ajena a nosotros, de gobierno. El funcionamiento del INRA se paralizó por problemas internos gubernamentales y no podíamos trabajar. Fue una cuestión de decisiones políticas y bueno, al final después de varias reuniones parece que se ha solventado.
P - De aquí en adelante, ¿qué es lo que queda?
R - Nos queda, que las 1.500 familias se saquen los títulos. Entregar toda la documentación y que el INRA cumpla su compromiso y les dé los títulos, aunque esto último no está en nuestras manos. La ley marca que en seis meses después de la entrega de los expedientes se emitan los títulos. También estamos trabajando para que otras comunidades aunque no contemplen titular su tierra, tengan su carnet de identidad para que puedan disfrutar de otros derechos, de tipo sanitario, de educación y jubilación. Derechos que ahora no tienen.
P - Se podría decir que de cada proyecto es posible extraer varias necesidades para proyectos futuros.
R -De hecho, cuando estás trabajando ves todas las posibilidades que te ofrece lo que se te ha quedado fuera del proyecto y que sería bueno para complementar y también hay cosas que no se pensaron en su momento y que ahora te encuentras que hace que el proyecto pudiera ser enriquecido. Incluso en cuanto al área de alcance, porque llegas hasta un municipio y las tierras adyacentes que no entran en el proyecto te preguntan: ¿y yo por qué no?. Pero bueno, hay que poner límites para poder trabajar.
P - ¿Desde tu posición como parte implicada, cómo valoras el trabajo de FIDE e INDICEP (la organización contraparte en el país)?
R - Se nota el impacto. He conocido a personas que en un principio no sabían ni leer ni escribir y que ahora son concejales, que se han presentado a alcaldías, a cargos públicos, que tienen una lucha política y social muy activa cuando antes pensaban que eso era algo reservado a los criollos, no de los indígenas. Yo lo que he visto me gusta y es muy positivo.
P - ¿Te atreves a poner nota al trabajo de FIDE y de INDICEP?
R - Nadie es perfecto, vamos a ponerle un seis y medio, o mejor un siete.
P – Finalmente, a nivel personal como cooperante, ¿con qué te quedas?
R - Bolivia es un país tan desconocido que a nivel personal te ofrece una gran cantidad de posibilidades, de abrirte de ver, de conocer, de estar. Mudarte a un país del que no tienes referencias es casi como empezar de cero. Para los que estamos en cooperación esto es muy estimulante, porque somos un poco “culo-inquietos”, y eso es lo que nos mueve. No obstante, la vida que puedes hacer en la ciudad es un poco como en otras ciudades, con el estímulo de la diversidad cultural que tiene Bolivia.
Bueno Amaia, muchas suerte, disfruta de tu corta estancia en España y suerte para la vuelta.
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