Mercedes Hernández es firme y enérgica. Su trabajo en España es admirable pero cuesta arriba: visibilizar el femicidio que cobra la vida de mil mujeres cada año en Guatemala.
Es la actual directora de la Asociación Mujeres de Guatemala en Madrid, una asociación joven pero incansable. Desde su casa que es un espacio cedido para esta organización, Mercedes y sus compatriotas investigan, planifica, y ejecuta las múltiples actividades de sensibilización y denuncia sobre el asesinato de mujeres en Centroamérica.
Foto: Raquel Cortés
En esta sede, que también es el primer refugio para muchas mujeres a las que ayudan a huir de una situación de violencia, nos recibe Mercedes Hernández para la presente entrevista.
.- ¿Qué significa ser mujer en la actualidad en Guatemala?
Ser mujer en Guatemala es un peligro constante, es tener sobre tu cabeza la posibilidad de ser víctima de la violencia de género, en el ámbito privado o en el ámbito público por cualquiera de los hombres que consideran que somos de su propiedad.
.- La violencia se afinca en un perfil determinado de mujer guatemalteca o las incluye a todas de la misma forma?
Cualquiera mujer puede estar expuesta en un Estado que abdica de la protección de sus habitantes, en un Estado que no investiga el 98% de los delitos que se cometen en su territorio. Si el 98% de estos delitos no son investigados, cualquier mujer puede estar expuesta.
Ahora estamos enfrentando en Guatemala, al igual que toda la región centroaméricana, una realidad que es la violencia de género en su forma más conocida y antigua: la que ocurre en el ámbito de la pareja; pero al mismo tiempo estamos asistiendo a una violencia de una resistencia patriarcal enorme: los feminicidios, donde los asesinos y las víctimas no se conocían y no mediaba entre ambos relación alguna en el momento en el que las mujeres fueron sometidas a torturas sexuales y después asesinadas, para luego exhibir públicamente estas atrocidades. Es decir, son crímenes impersonales.
Todos estos delitos ocurren sin que la víctima y el perpetrador de estos delitos se conozcan. Entonces son dos tipos de violencia distintos que están conviviendo, retroalimentando uno del otro en el escenario actual.
¿Cuándo ocurre esto, qué futuro le espera a un país donde la mujer pasa por estas cosas?
Más de mil mujeres son asesinadas en Guatemala ada año. No existen cifras confiables y este es uno de los grandes obstáculos que tenemos para medir realmente el impacto de la violencia feminicidia o de la violencia de género, porque no tenemos manera de medir eficientemente ni el impacto númerico, ni el impacto material, ni el impacto en el proyecto de vida de todas estas mujeres porque el Estado no se ha preocupado en ningún momento de hacer unas estadísticas eficientes, ni de hacer un sistema de cooperación interinstitucional que refleje los datos reales de la problemática.
.- Y cuando es algo tan evidente. ¿Por qué esa falta de interés por parte del Estado?.
El Estado es una conformación de una gran cantidad de variables que se cruzan y el Estado es una conformación androcéntrica complentamente patriarcal, donde las mujeres nunca hemos sido la prioridad, ni la gran preocupación.
No es entonces sorpresivo que los asesinatos de mujeres sea uno de los grandes temas que están en el olvido. El Estado no se ha preocupado por prevenir esta situación, ni por sancionarlo, y luego no se ha preocupado por investigar después que se asesina a una mujer. Entonces es esta realidad androcéntrica donde la desigualdad entre hombres y mujeres ha colocado a las mujeres en una escala de subordinación, las ha inferiorizado y allí la vida de las mujeres no importa al Estado.
.- ¿Por qué las mujeres son el centro de la violencia en Guatemala? ¿Cuáles son esas causas?
Hay dos grandes vertientes: El sistema neoliberal que nos ha facilitado unos sistemas financieros asesinos que se han dedicado a blanquear todos los capítales, los ingresos de los señores de estas guerras atípicas, no formalizadas (como el narcotráfico). Es en este escenario contemporáneo que ha permitido que se comvierta a estas mujeres en la mercancía de las redes de trata, de las redes de prostitución, de las redes de tráfico de órganos. Y que ha convertido a las niñas en la mano de obra más barata del sicariato, del cobro de impuestos, de las pequeñas facciones armadas que están en la última base de la píramide de estos señores de la guerra.
.- ¿Hay herencia de los conflictos armados?
Por supuesto que la hay. En Guatemala asistimos a un proceso de una guerra interna, civil, que no dejó en ningún momento de ensañarse especialmente contra el cuerpo de las mujeres. De hecho se ensañó tanto que hubo un momento en que los asesinatos de hombres descendieron frente a la cantidad de asesinatos de mujeres que se cometieron en la región.
Entonces es una herencia de la guerra, pero que se sigue utilizando al cuerpo de la mujer como arma de guerra, y que la violencia sexual sigue siendo una de las armas predilectas para humillar los valores identitarios colectivos o para humillar a las bandas enemigas a través de los cuerpos de las mujeres que se consideran de propiedad de estas bandas, que son el otro.
.- ¿Y estos delitos no se investigaron?
Todos aquellos delitos que no se investigaron conforman una impunidad que actualmente es del 100%, porque no se ha juzgado en ningún momento a ninguno de esos perpetradores de los delitos por razón de género, que dejaron saldos de más de 100 mil mujeres violadas durante la guerra en Guatemala, en esos 36 años de conflicto armado interno, y esa impunidad del pasado es una impunidad que vivimos en el presente en un conflicto armado que no tiene nada que ver con las guerras de liberación, que se libraron en toda América Latina en la década de los 80, pero que siguen utilizando la misma estrategia, que en los mismo 30 conflictos armados que hay en la actualidad.
.- ¿Cuál es el escenario actual de ese conflicto armado?. ¿Cuál es la posición de las mujeres en estos conflictos?
No solamente ocurre en Guatemala, es una realidad que se extiende por toda la región centroamericana que tiene puntos muy compartidos con los países que forman el triangulo norte de centroamérica que son Honduras, Guatemala y El Salvador.
Sin embargo, este escenario de los nuevos conflictos armados, atípicos, con diferentes tipos de formalización tienen a las mujeres en una de sus líneas de fuego y en una de sus lineas de flotación.
.- ¿Cómo ocurre esto?
Las mujeres están siendo captadas para propiedad sexual de las pandillas y de las maras que son los soldados rasos de estas nueva guerra. No son el enemigo primario, no son la fuente primaria de este conflicto, sino son jóvenes desposeídos de oportunidades en un sistema social y económico, que está vedado de oportunidades de integrarse dignamente en la sociedad y son jóvenes que son reclutados para ser la mano de obra más barata de los señores de esta guerra. Una guerra donde no hay solamente tráfico de droga, hay tráfico de armas, hay tráfico de personas.
.- ¿Qué papel específico juegan las mujeres juegan en esta guerra?
Están siendo reclutadas en polígonos, donde son adiestradas para convertirse en sicarias y en las cobradoras de los impuestos que estos grupos armados establecen en el que consideran su territorio.
Un caso ejemplar lo tenemos en México, con las jóvenes denominadas “Las cachorras de los Zetas”. Los Zetas son una de las facciones armadas más letales y peligrosas del ámbito centroaméricano, en esta narcoguerra, que se ha dejado una gran cantidad de vidas de mujeres por medio.
Han capturado a estas mujeres, no sólo para la exclavitud doméstica y sexual, sino también como la mano de obra y a la vez como esa mercancía de ese negocio tan rentablemente para los países del norte como es la prostitución, como puede ser también el tráfico de mujeres rumbo a los matrimonios forzados.
.- ¿A qué panorama se enfrenta una mujer en Guatemala cuando quiere denunciar este violencia?
La primera penalización que recibe la mujer tras haber sido víctima de un delito por su condición de mujer, es decir, por su género, es la penalización social y luego debe enfrentarse a un sistema de justicia que ha dejado de investigar más del 98% de los delitos por las razones de género de Guatemala.
Esa es la respuesta punitiva del Estado frente a la violencia sistemática que se comente contra las mujeres. Es decir, no existen normas jurídicas, ni sociales que protejan a estas mujeres. Son revictimizadas constantemente por sus propias familias, en su entorno y por el aparato estatal que, por supuesto, las va a encontrar como primeras culpables de aquello que les ocurrió.
.- ¿Pero existen esas leyes y el Estado no cumple, o simplemente no existen?
Normativa jurídica existe, es insuficiente porque estamos hablando de unos tipos penales de muy reciente creación, de unos tipos penales inexistentes y estamos hablando de un sistema que hasta hace muy poco que perdonaba al violador si se casaba con la víctima, siempre que ésta fuera mayor de 12 años. Y esa es la mirada del sistema de justicia.
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